martes, 19 de marzo de 2024

1995 PERU TRANSPARENCIA - Al final del túnel, la luz - Luis Jaime Cisneros

A continuación, un texto inédito empleado por Luis Jaime Cisneros a la hora de presentar el balance de lo desarrollado por TRANSPARENCIA durante el año 1995, las operaciones de observación electoral en las elecciones generales y las elecciones municipales llevadas a cabo ese mismo año.

Al final del túnel, la luz
Palabras de Luis Jaime Cisneros, Presidente de TRANSPARENCIA
Diciembre 1995 (copia en PDF)

1980 es una fecha inolvidable para nuestra conciencia cívica. Se inició entonces este prolongado dolor que ha alimentado nuestra expresión durante largos años. Hasta entonces quizás era anecdótico hablar del Perú y el mundo, porque nuestro país parecía estar perdido e ignorado. Desde 1980, el mundo supo adónde le dolía el terrorismo a nuestra patria. Fue fácil ubicar en los mapas quiénes éramos el Perú.

Mirar estos años duros desde el aula universitaria nos ha permitido contemplar cómo acusaban recibo los muchachos de tanto impacto despiadado y certero. Hemos asistido a un empobrecimiento paulatino de la ilusión y la esperanza, testigos mudos de la pauperización de las conciencias y de una simultánea y paralela descomposición moral. Ideales e ilusiones fueron también sustituidos por el escepticismo y la desesperanza. Pero aprendimos a descubrir cómo paralelamente iba germinando una despiadada y aguda actitud crítica en los jóvenes.

Sí, era verdad que no estaban dispuestos a admitir una herencia en cuyo diseño no hubieran participado con entusiasmo y fe. Era verdad que podían explicarle las difíciles horas porque atravesamos y que eran también capaces de identificar a los responsables. Los jóvenes sabían que eran el futuro en gestación. Es decir, no los serían mañana; habían comenzado a serlo y desde estos momentos había que ayudar al alumbramiento. Solo esperaban que alguien intuyera que había un latente fervor que estaba buscando canalizar su propia expresión.

Así nació TRANSPARENCIA. Éramos un grupo de profesores universitarios ajenos a la matrícula partidaria, hondamente preocupados por el descreimiento que se iba posesionando progresivamente de la juventud. Los datos eran para nosotros, alarmantes: ausencia creciente de los muchachos en las jornadas electorales; desgano para participar activamente en los seminarios sobre realidad nacional; desorientación y desentendimiento censurable de la función que debían los jóvenes asumir en muchos aspectos de la vida nacional. Para muchos, asumir preocupaciones cívicas era como inscribirse en alguna tienda política, y era verdad que eso parecía apestar. No veían claro por ese camino, y rechazaban toda posibilidad de actuar.

De otro lado, los censos delataban cuál era la gravitación y la representatividad que a los jóvenes les tocaba asumir en la vida nacional. El Perú era un país joven aturdido por el envejecimiento de las ideologías, encandilado por la oratoria fugaz de algunos de sus dirigentes más audaces, y maniatado por las ambiciones de los unos y los otros. A la mayoría parecía importarle sólo quien ejercía el mando. A los jóvenes (y a buena parte de la población culta) les preocupaba ser gobernados; creían en la necesidad de ideas-fuerza que animaran a asumir el gobierno de la nación. Pero a los dirigentes políticos solo parecía interesarles alcanzar el poder, ejercer el mando. Era una vieja lucha entre el caudillismo y las fuerzas democráticas.

Bastó un breve cambio de ideas, y he aquí que este grupo de profesores universitarios funda TRANSPARENCIA. No es fácil que las gentes entiendan, cuando nos piden definiciones, que somos un grupo de pedagogía política. Somos gentes con alguna experiencia en el trato con los jóvenes. Sabemos de su entusiasmo y de su auténtico desinterés. Conocemos cómo se ha intensificado en ellos la curiosidad científica y cuánta es su preocupación cierta por estudiar en profundidad la realidad peruana. (no la occidental y conjeturable y patriotera, sino la permanente en los hombres y en los hechos). Juzgamos que la ocasión de la jornada electoral de abril de 1995 era propicia para comenzar a andar. Y comenzamos.

Para acentuar el carácter académico de nuestra intención, y sobre todo para mantener nuestro propósito pedagógico, solicitamos el local de la sala García Calderón, en el Colegio de Abogados de Lima, para rendir homenaje a un hombre de la calidad moral y la prosapia cívica de García Calderón e invocamos la memoria de Jorge Basadre, el maestro que nos enseñó a hacer del Perú nuestra preocupación mejor. E invitamos a los partidos políticos, como un modo silencioso de admitir que sin esa actividad manifiesta no es fácil caminar hacia la democracia.

Estos informes nos obsequian (y tal vez nos aturden) con la minuciosa exposición de lo actuado. No hay palabras (ni los informes las contienen) para elogiar y poner de relieve cuán generosa ha sido la ayuda recibida; ayuda en consejos, ayuda en dinero ciertamente, ayuda renovada de entusiasta colaboración de antiguos alumnos; pero sobre todo no hay cómo agradecer y exaltar la espontaneidad y el calor humano con que los jóvenes peruanos han acudido a este llamado, seguros de que no era una invitación por nosotros sino un reclamo que ellos se formulaban desde su propia certidumbre de saberse útiles y necesarios en esta tarea de redescubrir la fe perdida. 

Ese es, debemos decirlo, cuanto antes, nuestro premio mayor. Las jornadas electorales quedan en estos documentos celosamente descritos. Estas palabras quieren poner de relieve que si en las zonas de emergencia, en un escenario que el terrorismo hubiera querido que fuese de paro armado, los muchachos peruanos, observadores electorales de TRANSPARENCIA, cruzaban los caminos a caballo, como los antiguos correos coloniales, para transportar celosamente los resultados de la elección y poderlos transmitir a los centros de cómputo, era porque ya presentían la luz al final del túnel.

TRANSPARENCIA no es, y es bueno anunciarlo, una empresa de quienes la fundamos. Ha ido creciendo; es una vasta empresa de estudiantes y maestros. Nos ayudaron las organizaciones de distintas iglesias, diversas ONG comprometidas con la tarea social. Si es verdad que estos informes dan cuenta de la seriedad de nuestro compromiso, del celo con que nuestra gente ha cumplido su labor, debe entender que nada de eso permitiría cantar un himno de victoria y de esperanza si no hubiese existido tanto corazón juvenil comprometido en la jornada.

No constituimos un partido político. No aspiramos tampoco a convertirnos en una agrupación de esa índole. Pero una sólida preocupación nos anima para futuras tareas; educar al soberano para que comprenda la raíz y la esencia de su razón soberana. 1980 fue, según dijimos, un año que no podremos olvidar. 1995 hacia adelante se anuncian, por obra de los jóvenes, como años de resurrección cívica. ¡Aleluya!